Hoy ha venido un cura a darnos una charla a la residencia
(que, para quien no lo sepa, estoy en una residencia universitaria de monjas) y
yo me declaro abierta e irrefutablemente atea. Y he acabado tan enervada que
tengo la imperiosa necesidad de escribir lo que pienso sobre lo que ha dicho.
El objetivo de la charla era que pensáramos qué queríamos
hacer con nuestras vidas, fijarnos un objetivo, marcarlo y amar nuestro destino
en la vida. En teoría puede pintar bien, pero la cosa cambia cuando el cura
empieza a decir que eso no nos lo puede ofrecer los estudios universitarios,
que están muy bien, pero que tenemos que haber algo más. Y que ese “algo más”
es el Misterio, así, escrito en mayúsculas, una forma diferente de llamar a
Dios.
El hombre en todo momento se contradecía, decía que no
sabíamos qué hacer con nuestras vidas porque ya nos lo dan todo hecho. E
incluso se atrevió a hacer un paralelismo con “El Show de Truman”, que nuestras
vidas son un escenario de algo ya montado y que no queremos ir más allá. Me
mordí la lengua para no decirle que la culpa de eso muchas veces es de la
iglesia, y de lo que él estaba haciendo en ese mismo momento, intentar
convertirnos a la fe cristiana.
Él decía que ir más allá del escenario que es nuestra vida
era indagar en el Misterio (otra vez, Dios) y llegar hasta él, preguntarnos
para qué vivimos, y que eso no lo hacemos porque nos lo dan todo hecho.
Y tiene razón, pero la culpa es de las instituciones legitimizadas
como la iglesia, que afortunadamente ya no pasa tanto, pero según nacías eras
bautizado y tenías que ser católico. Que quieras o no tu vida está marcada, y
eso no se puede evitar, y es la misma sociedad que la marca legitimizando a la
iglesia. Y que ella se aprovecha de ese poder que le dan para hacerse más y más
grande y seguir estando en lo alto, y seguir siendo legitimizada, como en un círculo
vicioso. La Iglesia es consciente del efecto que tiene en la gente y no te deja
vivir tu vida. Que la Iglesia es una farsa, y que espero que él sea consciente
de que estaba siendo un hipócrita haciendo como que nos abría puertas mientras
nos intentaba encerrar en la religión como se de un simple y estúpido ganado fuéramos.
Me aguanté las ganas de decirle a ese señor tanto eso como
que ese misterio del que habla va más allá de un dios del que no se tienen
pruebas. Si tuviese que indagar el por qué de mi vida, desde luego no recurriría
a una fe, sino a una ciencia que de verdad me de explicaciones de qué hago
aquí. Pero de todas formas no me interesa saberlo, hay gente muy inteligente
estudiando eso, ¿de qué me sirve a mí comerme la cabeza con lo que es la vida?
La vida está para vivirla y ya está, al contrario de lo que decía él. Yo vivo
cada día como una aventura nueva, no pienso en qué va a pasar mañana porque
nunca lo sabré con certeza. No sé cual es mi objetivo en la vida a largo plazo,
pero sé cuál no es, y desde luego mi objetivo en la vida no es ser monja ni
buscar a Dios.
Pero pongamos que Dios existe, y que sí, que hay gente que
tiene un objetivo en la vida y que lo ama. Y pongamos que soy atleta de élite y
que mi “amado objetivo” es ir a las olimpiadas y ganar una medalla de oro. Y por
poner pongamos también que tengo un accidente y me amputan las piernas, ¿tengo
que cambiar mi objetivo? ¿y tengo que seguir creyendo en ese Dios que me ha
jodido la vida? ¿De verdad tengo que hacerlo?
Pero al fin y al cabo, lo que más rabia me da que es que el
hombre ha logrado lo que quería, mosquearme y que piense en qué es mi vida.
Pero afortunadamente no ha conseguido que vaya a buscar a Dios ni mucho menos,
ni en que me marque un objetivo en la vida. De hecho, tengo cada vez más claro que
hay tanto que desconzco que me conformo con conocer a ciencia cierta lo que me
rodea, en no pensar en el mañana porque ¿quién me dice que va a llegar? Y sí, me mosquea que haya logrado algo
en mí, pero más me mosquea que logre lo contrario en otras chicas, que vean que
tiene razón y acudan a la Iglesia para llenar un vacío de sus vidas que la fe
no llena, sólo se llena viviendo, algo que impide la iglesia.
Gracias a Dios que soy atea.